Hoy pienso que seguramente serán muchos los estudios sociológicos que se han preocupado por clasificar, sectorizar, encasillar al ser humano en distintos grupos sociales, tribus urbanas o sucedáneos. Los criterios para realizarlo, probablemente, sean múltiples y variados, pero creo que la intrínseca complejidad del individuo y de sus relaciones interpersonales hace que dichas clasificaciones acaben siendo variables, mediocres o con errores; y es que, al fin y al cabo, cada uno es cada uno (K1=K1), y agrupar de esta forma no hace sino que tender a limitar las posibilidades de cada persona y a fin de cuentas, la de nuestra sociedad.
Por todo ello, creo que puede rozar lo absurdo hacer extensas clasificaciones sociales, y es que, simplemente, las personas nos podemos dividir en dos grupos: aquellos que intentan hacer la vida más fácil a los demás y aquellos que intentan hacer la vida más difícil a los demás.
Y por fácil no pienso en la “comodidad”, pero sí en la sencillez, la palabra amable, el diálogo. Tratar de hacer de este mundo, de nuestra sociedad, un lugar habitable.
Hay otros que viendo la vida desde su cátedra, detrás de sus papeles, buscan complicar la vida, hacerla difícil, establecer lo que ellos consideran aceptable desde la miopía que les provoca su estrecha jerarquía de valores.
1 comentario:
de nada
Publicar un comentario